Para algunos, la sangre provoca miedo; para otros, despierta curiosidad. Este líquido rojo es conocido por hacer desmayar a más de uno, y hay quienes prefieren no verla ni en imágenes. Sin embargo, también tiene un extraño atractivo que parece cautivar nuestras miradas, algo que las películas han aprovechado bien. Hoy, sin embargo, dejemos de lado el sensacionalismo para explorar su fascinante lado científico. En conmemoración del Día Mundial del Donante de Médula Ósea, te invito a descubrir 30 datos curiosos sobre la sangre.
La sangre está compuesta por nueve tipos distintos de células: Los eritrocitos, que transportan oxígeno; los megacariocitos, que se fragmentan para formar plaquetas; los neutrófilos, que son los primeros en defenderte durante una infección; los eosinófilos, cuyo trabajo es combatir parásitos y, si tienes mala suerte, provocar alergias; los basófilos, que, hasta el día de hoy, nadie sabe muy bien su función exacta; los macrófagos, que devoran cualquier microbio que encuentran; los linfocitos B, que producen anticuerpos; los linfocitos T, que lideran tu ejército celular; y los linfocitos NK, que eliminan células que podrían volverse cancerosas.
Todas las células de la sangre vienen de una célula madre hematopoyética. Estas pequeñas células residen dentro de los huesos, donde generan las diferentes células sanguíneas.
Las células madre hematopoyéticas se van mudando conforme crecemos. Las primeras células de la sangre ni siquiera se forman dentro de nuestro cuerpo; en un embrión, se forman en la yema vitelina. Conforme se desarrolla el embrión, se mudan al hígado y bazo. Una vez que se forman los huesos, las células se establecen en ellos. Durante la infancia, todos los huesos forman células sanguíneas, pero a partir de los 18 o 20 años, solo las vértebras, el esternón y las costillas continúan generándolas.
La sangre no solo tiene células, también contiene plasma, que es una combinación de agua, proteínas y sales. En una gran emergencia, se puede utilizar agua de coco para reemplazar el plasma. Este fue el caso de un paciente en las Islas Salomón, donde, al agotarse los líquidos de rehidratación intravenosa, los médicos utilizaron agua de coco por su similitud con el plasma sanguíneo.
El color de la sangre proviene de la hemoglobina, una proteína que contiene hierro y le otorga su característico color rojo.
A veces, los médicos tienen que ser creativos. El agua de coco es estéril y se parece al plasma sanguíneo, por lo que en una gran emergencia se puede usar para rehidratar.
Las venas se ven de color azulado porque reflejan la luz azul, mientras que la luz roja es absorbida por la sangre. Este efecto puede ser útil en consultorios médicos, donde la luz infrarroja ayuda a detectar las venas con facilidad, o en clubes nocturnos, donde la luz azul hace que las venas no sean visibles, dificultando el uso de drogas intravenosas.
La sangre puede verse amarillenta tras consumir grasas. La grasa es hidrofóbica, por lo que, para transportarla a través de la sangre, que en su mayoría es agua, el cuerpo utiliza lipoproteínas, que la mantienen empaquetada. Si extraes sangre después de haber ingerido grasas, puedes observar una tonalidad amarillenta debido a la presencia de estas lipoproteínas.
Los pulpos y calamares tienen sangre azul porque utilizan cobre, en lugar de hierro, para transportar oxígeno. Estos animales producen hemocianina en vez de hemoglobina. La hemocianina, que contiene cobre, tiene un color azul cuando se oxida, a diferencia de la hemoglobina, que contiene hierro y da un color rojo a la sangre de los vertebrados.
Algunos gusanos marinos del género Serpula tienen sangre verde debido a la presencia de clorocruorina, una proteína que contiene hierro y que es responsable del color verde. Aunque el nombre “clorocruorina” incluye “cloro”, esta proteína utiliza hierro, al igual que la hemoglobina en los vertebrados, para transportar oxígeno.
Aunque tienen un nombre desafortunado, los priapúlidos o gusanos pene tienen una sangre bastante peculiar, ya que es violeta. Estos gusanos marinos tienen hemeritrina, una molécula bastante compleja, que utiliza hierro para transportar oxígeno.
El color de la sangre del draco de hielo es espectral, casi incolora. Imagen obtenida de: Jody M. Beers, Nishad Jayasundara, Jason E. Podrabsky, Jonathon H. Stillman, Lars Tomanek; Antarctic notothenioid fish: what are the future consequences of ‘losses’ and ‘gains’ acquired during long-term evolution at cold and stable temperatures?. J Exp Biol 1 June 2015; 218 (12): 1834–1845. doi: https://doi.org/10.1242/jeb.116129
Para terminar con los colores de la sangre, ¿qué tal un pez con sangre translúcida y blanca? Los dracos de hielo habitan en la Antártida y su sangre es entre transparente y blanca. Esto se debe a que, a diferencia de las demás especies, su sangre carece de una proteína que transporte oxígeno, ya que no la necesita debido al frío extremo, al alto contenido de oxígeno disuelto en el agua y a su movimiento lento.
La sangre de un feto y la de un adulto son distintas. Los fetos producen hemoglobina fetal, que contiene cadenas de hemoglobina gamma. Al nacer, las células sanguíneas modifican la expresión de sus genes y comienzan a formar hemoglobina adulta, que contiene cadenas alfa y beta.
La talasemia beta, una enfermedad de la sangre, provoca que el cuerpo siga utilizando cadenas gamma, las correspondientes a la sangre fetal. Esto ocurre porque el cuerpo es incapaz de formar cadenas beta de la hemoglobina de manera normal.
Los glóbulos rojos pueden revelar si has consumido demasiada azúcar. Para evitar que los diabéticos hagan trampa y coman mejor antes de sus análisis, se utiliza la prueba de hemoglobina glucosilada. El azúcar se adhiere a los eritrocitos, y dado que viven 120 días, podemos determinar cuánta azúcar ha habido en la sangre observando la cantidad que se ha pegado a ellos durante ese tiempo.
A diferencia de los animales carnívoros, a los humanos nos desagrada el olor a sangre. La sangre contiene una molécula volátil llamada E2D, que muchas especies detectan. Esta molécula atrae a los depredadores, mientras que repele a las presas, haciéndolas huir del lugar donde pronto habrá depredadores. A los humanos, al igual que a los ratones, el E2D hace que salgamos huyendo.
El olor de la sangre atrae a depredadores y repele a las presas. Una de las moléculas volátiles que tiene este efecto es E2D.
La fobia a la sangre suele venir acompañada del miedo a las inyecciones y heridas. Esta fobia se denomina fobia sangre-inyecciones-heridas y afecta al 3% de la población mundial.
A diferencia de la mayoría de las fobias, la fobia sangre-inyecciones-heridas puede causar desmayos, debido a que genera hipotensión y bradicardia (latido lento del corazón), en lugar de hipertensión y taquicardia (latido rápido del corazón).
El mayor riesgo con la fobia a la sangre-inyecciones-heridas no es el desmayo, sino que los pacientes no acuden a hospitales por temor a encontrarse con su miedo, por lo que pueden sufrir graves consecuencias por no atender otros padecimientos.
Los neutrófilos son la primera línea de defensa contra infecciones, ya que son las primeras células inmunes en actuar. Estas pequeñas células pueden colocar redes para atrapar bacterias. Estas redes se llaman NETs y, curiosamente, están hechas de ADN que la célula escupe.
Los linfocitos B tienen la capacidad de reordenar sus genes, moviendo partes de su ADN de lugar. Esto les permite construir virtualmente infinitos tipos de anticuerpos para reconocer el sinnúmero de antígenos que existen en el mundo, desde el polen hasta las heces de cucaracha.
La fobia sangre-inyecciones-heridas hace que las personas no se acerquen a los servicios de salud por miedo a ver sangre.
Estudios recientes apuntan a que ciertos tipos de cáncer “engañan” a los eosinófilos para que secreten moléculas antiinflamatorias, desviando así al sistema inmune de las células tumorales.
Los linfocitos T se dividen en dos tipos: T CD4 y T CD8. Los linfocitos T CD4 actúan como los generales del sistema inmune y tienen diferentes estrategias de combate. El subtipo Th2 es permisivo y no suele eliminar infecciones eficazmente; más bien logra controlarlas. Por otro lado, el subtipo Th1 es increíblemente agresivo y, aunque logra eliminar infecciones, puede destruir tejidos e incluso matarte como un daño colateral.
Los linfocitos T reconocen a las células de tu cuerpo por medio de una proteína llamada MHC o complejo mayor de histocompatibilidad. Es una proteína producida por genes tan variables que su combinación es casi única para cada persona.
Los basófilos son las células más raras de la sangre, representando menos del 1% de la población celular sanguínea. Por mucho tiempo se creyó que eran redundantes. Sin embargo, hoy se les comprende mejor y se considera que pueden ser un puente entre células inmunes innatas (aquellas que no aprenden y no tienen memoria) y células inmunes adaptativas (aquellas que recuerdan infecciones). Aunque son células inmunes innatas, trabajan en conjunto con las células inmunes adaptativas para asegurar su supervivencia.
Los macrófagos son células inmunes con un apetito insaciable que comen de todo, no solo bacterias. Son como el “camión de basura” del cuerpo, ya que se encargan de limpiar al organismo de células muertas y microbios.
Las células del cuerpo se reconocen por medio de su propio pasaporte llamado MHC. Si una célula tiene el MHC incorrecto, es atacada.
Aunque parezca raro, el órgano que produce la hormona que induce la producción de glóbulos rojos es el riñón; forma eritropoyetina. La falla renal causa anemia, debido a que el riñón deja de producir dicha hormona.
Las células madre hematopoyéticas se pueden trasplantar para tratar diferentes enfermedades. Se puede realizar un trasplante autólogo, en el que se obtienen células madre sanas propias, se destruye la médula ósea mediante ablación y luego se vuelven a introducir las células sanas para que regeneren la médula ósea. Este tratamiento es útil para destruir neoplasias de la sangre.
Otro método de trasplante de médula ósea es el alogénico, en el cual las células madre provienen de otra persona. Este tipo de trasplante se puede utilizar para corregir enfermedades genéticas de la sangre o del sistema inmune, ya que las células madre trasplantadas producen células normales, libres de la enfermedad.
Para realizar un trasplante alogénico, es necesario analizar los genes MHC para determinar la compatibilidad. Como se mencionó anteriormente, los linfocitos T reconocen a las células propias por medio de esta proteína. Para evitar que ataquen las nuevas células, se debe buscar un donante con un MHC similar. Aunque la proteína MHC es extremadamente variable, existen millones de personas en el mundo, y alguna tendrá una similar.
Donar médula ósea es increíblemente importante, ya que puede salvar vidas. Algunos tipos de MHC pueden ser extremadamente raros, y puede que tú tengas el tipo necesario entre más de 40 millones de personas. Otros tipos pueden ser más comunes y requerirse en pocos meses. Recuerda que donar es voluntario, pero puede hacer una gran diferencia.
Donar médula ósea cambia vidas, tanto la del donador como la del receptor.
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