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Aprendiendo sobre la Leucemia Mieloide Crónica

Updated: Sep 11, 2023

Actualizada 11 de septiembre 2023


Manos pintadas

La leucemia mieloide crónica, muchas veces abreviada como CML por sus siglas en inglés (chronic myeloid leukemia), es una neoplasia mieloproliferativa. En palabras mucho más simples, es un cáncer de la sangre que afecta a los glóbulos blancos, las células que nos protegen de las infecciones. Dado que afecta a los glóbulos blancos, el cuerpo sufre muchas más infecciones, ya que su ejército se encuentra infiltrado por células cancerosas. Además, por el hecho de ser un cáncer de la sangre, la cual viaja por todo el cuerpo, tiene la capacidad de propagarse por los órganos con cierta facilidad. Se podría decir que es un cáncer líquido, en lugar de sólido. El 22 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Leucemia Mieloide Crónica y para aumentar la información acerca de esta enfermedad es relevante explorar más a fondo sobre este cáncer para poder explicar qué es y cómo se comporta.


Para entender mejor a la leucemia mieloide crónica es necesario comprender un poco sobre la médula ósea. Cada órgano está constituido por diferentes tejidos. Un tejido es un grupo de células con funciones similares. Cuando varios tejidos se juntan y trabajan en equipo, se forma un órgano. Cada órgano tiene una función específica dentro del cuerpo. Por ejemplo, el corazón bombea sangre, el estómago digiere alimentos y los ojos nos permiten ver. Los huesos son su propio órgano, encargado de proteger, nivelar el calcio dentro del cuerpo y, por supuesto, ayudarnos a mover. Sin embargo, estoy casi segura de que no sabías que dentro de los huesos existe otro órgano llamado médula ósea. Ese órgano tal vez lo conozcas como tuétano y su función es crear todas las células de la sangre, que no son pocas. La médula ósea produce 9 tipos de células diferentes y cada una tiene un rol especial en el cuerpo. Veamos rápidamente las células que genera la médula ósea:

  • Eritrocitos: Los eritrocitos, también llamados glóbulos rojos, tienen el vital trabajo de transportar oxígeno a lo largo de todo el cuerpo para que las células puedan respirar. Debido a ellos la sangre se ve roja, ya que cargan una proteína hecha con hierro.

  • Megacariocito: Como su nombre indica, son células gigantes. Estos nobles gigantes se terminan partiendo en muchos pedacitos llamados plaquetas, que son las encargadas de parar los sangrados e iniciar la cicatrización. Gracias a ellas no nos desangramos con cada herida, puesto que hacen un tapón que detiene los sangrados.

  • Neutrófilos: Son parte de lo que muchos conocen como glóbulos blancos. Estos neutrófilos son como la policía del cuerpo y se encargan de combatir infecciones. Son los primeros glóbulos blancos en entrar en acción a la hora de pelear contra una infección.

  • Eosinófilos: Los eosinófilos también son parte de los glóbulos blancos. Son unas células que se especializan en combatir a los parásitos.

  • Basófilos: Los basófilos son otras células que forman parte de los glóbulos blancos. Éstos, en realidad, siguen siendo bastante misteriosos, ya que no se sabe muy bien su función. No obstante, tenemos conocimiento de que median reacciones alérgicas.

  • Linfocitos B: Se trata de otro miembro de los glóbulos blancos. Son las células que hacen anticuerpos para defender el cuerpo. Gracias a su memoria, el cuerpo, al encontrarse con un microbio que ya había visto antes, sabe qué hacer. Por eso sirven las vacunas, les enseñan a los linfocitos B cómo se ven las enfermedades.

  • Linfocitos T: Una división más de los glóbulos blancos. Puedes considerarlos como los jefes de la policía. Se encargan de que los otros glóbulos blancos hagan su trabajo y guían a todo el ejército a dónde debe llegar.

  • Linfocitos NK: Tal vez adivinaste que los linfocitos NK son otra facción de los glóbulos blancos. Estas células son despiadadas, se encargan de matar a cualquier célula dañada, pero son muy importantes porque si encuentran una célula cancerosa se apresuran a matarla para evitar que se desarrolle un cáncer.

  • Macrófagos: Finalmente, los macrófagos también son parte de los glóbulos blancos y funcionan como un basurero, el cual limpia deshechos de otras células que han caído en batalla y también son glotones, se comen a los microbios para digerirlos y desaparecerlos.

Las células de la sangre y su formación

Ahora que vimos las células que produce la médula ósea, hay que entender de dónde vienen esas “celulitas”, porque, obviamente, no salen de la nada por generación espontánea. En la médula ósea vive una célula madre con la capacidad de generar los nueve tipos de células. Como habrás visto, hay muchos glóbulos blancos, pero éstos se dividen en dos grupos: el grupo linfoide y el grupo mieloide. En el grupo linfoide entran los linfocitos B, los linfocitos T y los linfocitos NK. Por otro lado, en el grupo mieloide están los neutrófilos, los eosinófilos, los basófilos y los macrófagos, y aunque puede sonar un poco extraño, aquí también entran los eritrocitos y los megacariocitos, aunque no sean glóbulos blancos. La célula madre, al dividirse, crea una célula hija llamada célula progenitora,de ella puede haber dos tipos, una progenitora mieloide o una progenitora linfoide. Lo importante por comprender es que esta célula progenitora es aún una célula bebé, es inmadura. Al crecer (madurar), la célula progenitora se convierte en una célula de los 9 tipos que vimos. Todo esto es relevante para entender qué es la leucemia mieloide crónica.


Ahora sí, hablemos de la leucemia mieloide crónica. Una leucemia es un cáncer de la sangre. En la leucemia mieloide crónica, la médula ósea comienza a producir desorbitantes cantidades de células del grupo mieloide. Se le llama crónica, no porque lleve mucho tiempo, sino porque las células mieloides están maduras, son adultas. Esto marca la diferencia con otras leucemias. Por ejemplo, si habláramos de leucemia mieloide aguda, lo que veríamos no serían células adultas, sino que habría células bebé de tipo mieloide. Aunque células adultas no suena tan mal, después de todo, más policía, menos infecciones, ¿no te parece? En realidad, no. Aunque son adultas, son bastante inútiles. Estas células, aunque son adultas, son malos soldados porque no combaten las infecciones, no trabajan, pero sí gastan recursos. La gran cantidad de células que se producen causan un grave problema llamado desplazamiento de otras líneas celulares. Desplazamiento simplemente significa que la médula ósea deja de producir las otras células sanas porque está muy ocupada produciendo soldados inútiles. Ante la falta de nuevas células, la sangre se va vaciando de eritrocitos, megacariocitos y plaquetas; también desaparecen los neutrófilos, basófilos, eosinófilos y linfocitos sanos, por lo cual el cuerpo se queda únicamente con células inútiles en la sangre, mismas que no pueden hacer los trabajos de sus compañeras sanas.


La sangre bajo el microscopio

En esta imagen lo que ves es la sangre humana bajo el microscopio. Esta imagen es normal, lo que observas son muchos eritrocitos y algunos glóbulos blancos, que sobresalen en morado. Esos mini puntitos morados que se ven, son plaquetas.


Sangre con leucemia mieloide crónica

En esta segunda imagen puedes observar la sangre durante una leucemia mieloide crónica. Ahora puedes ver que hay muchos glóbulos blancos, son las células que se distinguen moradas, en lugar de sólo algunos, como en la imagen 1. Si comparas, también notarás que son de tamaños distintos y no se parecen a sus contrapartes sanas.


¿Por qué ocurre la leucemia mieloide crónica? La leucemia mieloide crónica es el resultado de una mutación en las células de la sangre. Esta mutación es ocasionada por algo llamado translocación. Los humanos tenemos 23 pares de cromosomas, el par 1, el par 2 y así sucesivamente. En una translocación, lo que ocurre es que un pedazo de cromosoma se queda pegado con otro cromosoma. Puedes pensarlo como tener una hamburguesa y un sándwich, imagina que el bollo superior de la hamburguesa queda en el sandwich y el pan de sándwich en la hamburguesa. En la translocación que genera la leucemia mieloide crónica, un pedazo del cromosoma 9 queda pegado en el cromosoma 22 y un pedazo del cromosoma 22 queda en el cromosoma 9. El cromosoma 9 con el pedazo del cromosoma 22 crea algo llamado cromosoma Philadelphia. Este nuevo cromosoma junta dos genes, uno llamado ABL, el cual se encarga de producir nuevas células (proliferación celular) y otro llamado BCR, que se encarga del correcto funcionamiento celular. No obstante, cuando terminan juntos se origina un oncogén. Separados no causan problemas, pero juntos se dan cuerda entre ambos y ocasionan un desastre. Este oncogén mantiene activada la proliferación celular. Imagina que tienes un grifo, a veces quieres que saque agua, así que abres la llave. Bueno, ahora imagina que no puedes cerrar el grifo porque algo atoro la llave del agua y empieza a inundarse tu tarja; eso es lo que pasa con el oncogén ABL/BCR, las células no pueden parar de proliferar porque están atoradas con la señal de proliferación, así que se producen células de manera descontrolada.


Formación del cromosoma Filadelfia

En esta imagen puedes ver la translación que ocurre en la leucemia mieloide crónica. Observa cómo un pedazo del cromosoma 9 queda pegado con el cromosoma 22.


La leucemia mieloide crónica, aunque es una enfermedad devastadora, tiene la bondad de responder bien a su tratamiento. Hace 20 años era una sentencia de muerte, ya que no había tratamiento y la expectativa de vida era de menos de 5 años. Sin embargo, en el 2001 llegó un medicamento llamado imatinib que lo cambió todo. El imatinib causó que la supervivencia a 5 años pasará de ser del 33% al 90%. Los pacientes también comenzaron a superar esa expectativa de vida y la supervivencia a 10 años cambió de sólo 11% al 84%. Por el imatinib, la mayoría de las personas con esta enfermedad tienen una expectativa de vida mucho mayor. Otra maravilla es que hoy en día el trasplante de células madre es una realidad. Si el imatinib falló y el cáncer es resistente a tratamiento farmacológico, se puede optar por un trasplante alogénico. En un trasplante alogénico se insertan células madres sanas de un donador, en la médula del paciente para reemplazar las células enfermas.


Cuando tú y tu médico deciden que el mejor tratamiento es un trasplante de médula ósea, se realiza un estudio de HLA. Para que un trasplante de médula ósea sea exitoso, tanto el donador, como el receptor, deben tener el mismo tipo de HLA o, al menos, lo más similar posible. HLA es un acrónimo que viene del inglés (Human Leukocyte Antigen) y en el cuerpo es un marcador que señala a las células como propias. Puedes pensarlo como una tarjeta de identificación de tus células, que le avisa al sistema inmune que ellas pertenecen a tu cuerpo para evitar ser atacadas. Cualquier célula que no tenga tu HLA es atacada por el sistema inmune. Por lo tanto, para evitar que el trasplante sea atacado, el HLA debe ser lo más similar posible. Encontrar un donador compatible no solamente evita que las células trasplantadas sean atacadas, sino que disminuye los riesgos de complicaciones. En un análisis de compatibilidad se desea que haya al menos 8 de 10 marcadores iguales. En Nanolab, en su laboratorio de Affinity, se hacen estos estudios de compatibilidad para asegurar que las células sean lo más compatibles contigo. Tu médico iniciará investigando a tu familia. Esto es porque heredamos los marcadores HLA de nuestros padres, la mitad lo aporta la mamá y la otra mitad el papá. Por lo tanto, los mejores donadores son tus hermanos porque tienen 25% de probabilidad de tener un HLA igual al tuyo. Tus padres o tus hijos siempre tendrán la mitad igual, no son los candidatos ideales. Si no encuentran a un donador ideal en tu familia, aún puedes encontrar un donador a través de organizaciones que cuentan con una gran lista de donadores, donde tu posibilidad de encontrar un donador plausible es de entre 66 y 99%.



Manos de un niño sosteniendo un corazón

Referencias

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