Linfoma y leucemia, dos tipos de cáncer que te pueden confundir. Ambos comienzan con la letra “L”, suenan de forma similar y son cánceres que afectan a las células sanguíneas, así que, ¿cuál es su diferencia? En esta oportunidad revisaremos las diferencias entre estos cánceres de la sangre porque pueden confundirte, ya que no son tan sencillas, empezando desde el nombre ya confunden. Espero que este pequeño escrito te ayude a comprender mejor las diferencias y coincidencias entre leucemia y linfoma, de dónde proviene cada cáncer y a quién afecta.
Las células de la sangre
Tanto el linfoma, como la leucemia, son cánceres que se originan de las células de la sangre. Entonces, ¿por qué no las llamamos de la misma manera? Para poder comprender sus nombres y diferencias tienes que conocer las células de la sangre y su lugar de nacimiento. La sangre es un tejido muy especial porque, a diferencia de todos los demás, es líquido y se mueve constantemente por el cuerpo. Nuestra sangre, además de llevar mucha agua, carga con células y proteínas. Las células que nadan felices por tu sangre cumplen diferentes tareas en el cuerpo. Estoy segura de que quieres conocer a esas amigables células que hacen tanto por ti. Existen 9 tipos de células sanguíneas, cada una con su función.
Eritrocitos: Seguramente es la célula de la sangre más conocida, también la llamamos glóbulo rojo. Es la célula sanguínea más abundante y su labor consiste en cargar el oxígeno que utilizamos a todas las células del cuerpo para que puedan respirar. Su hemoglobina es la proteína que carga el oxígeno, tiene hierro y por ella la sangre es roja.
Plaquetas: Las plaquetas, en realidad, no son células, sino que son fragmentos de una célula que revienta en mil pedazos, literalmente. El megacariocito nunca llega a conocer la sangre, ya que se parte en cientos de fragmentos llamados plaquetas, cuyo trabajo es detener sangrados ante las heridas.
Neutrófilos: Estas células son la policía del cuerpo. Son un tipo de glóbulo blanco capaz de comer microbios y digerirlos. Ante las infecciones es el primero en entrar en acción. Estas pequeñas células, también son las que causan el pus, cuando vomitan sus contenidos para matar microbios.
Eosinófilos: Son un glóbulo blanco, que peculiarmente, bajo el microscopio se ve rojo. Se especializa en combatir parásitos.
Basófilo: Otro miembro de los glóbulos blancos y un ser misterioso. En la actualidad, nadie tiene una clara comprensión acerca de lo que hace. Es en parte responsable de las alergias, pero su trabajo en el cuerpo no se conoce del todo.
Macrófago: También es un glóbulo blanco y el mejor amigo de los neutrófilos. Igualmente come microbios. Sin embargo, a diferencia de los neutrófilos, disfruta de limpiar y cicatrizar.
Linfocito B: Los linfocitos B son otro tipo de glóbulos blancos, pero más inteligentes, ya que tienen memoria. Su trabajo es producir anticuerpos y recordar contra lo que han peleado para que el mismo microbio no te vuelva a causar daño.
Linfocito T: Son los líderes de tu ejército personal. Ellos deciden cómo se va a pelear y quién va a pelear. Del mismo modo que sus compañeros, los linfocitos B, tienen memoria y recuerdan qué tácticas de guerra funcionan contra qué microbio.
Linfocito NK: Este es un glóbulo blanco despiadado, que no pregunta dos veces. Al encontrar una célula dañada, infectada, mutada o cancerígena, la mata.
Aquí puedes ver a 8 de los 9 integrantes de las células de la sangre. Cada una tiene sus diferencias y tareas.
Como verás, las células de la sangre son variadas en sus tareas y cualidades, pero todas son “hermanitas” porque salen del mismo lugar y de la misma madre. Dentro de nuestros huesos se esconde un órgano que seguramente desconoces. Oculto en nuestro esqueleto se encuentra la médula ósea, que tal vez conozcas por su nombre en la cocina, primordialmente en vacunos, el tuétano. La médula ósea es la encargada de producir todas las células de la sangre. En ella habitan unas células madre capaces de dar origen a todas las diferentes células de la sangre. De una célula puedes obtener nueve tipos de células diferentes, dependiendo de lo que necesite el cuerpo. Además de ser el hogar de las células madre, es una guardería para células sanguíneas bebé, que se están preparando para salir a tu torrente sanguíneo.
Leucemia
Las leucemias se originan de la médula ósea, cuando las células madre mutan y comienzan a producir células sanguíneas en exceso. Las leucemias se dividen en agudas o crónicas. Una leucemia aguda produce células más rápido que una crónica. Además, las células producidas son similares a una célula bebé. Por otro lado, la leucemia crónica es más lenta y genera células similares a las adultas. Que no te engañe el que sean células adultas, siguen siendo inútiles y cancerígenas. Así mismo, la leucemia se divide en linfoide o mieloide. Linfoide significa que la célula madre produce demasiados linfocitos, mientras que mieloide indica que se sobreproducen algunas de las demás células, las que no tienen “linfocito” en su nombre. La leucemia es un cáncer muy peculiar, en el hecho de que se mueve y es líquido, ya que las células cancerígenas andan nadando por la sangre.
La leucemia causa que las células madre de la médula ósea produzcan demasiados glóbulos blancos. Estos glóbulos blancos llenan la sangre y son inútiles, no pueden trabajar.
El sistema linfático
El linfoma también es un cáncer de las células sanguíneas, pero no está en la sangre y, eso sin duda, puede confundir. Sin embargo, te contaré de un sistema que algunos conocen, pero casi todos ignoran. Como ya sabes, la sangre lleva bastante agua, esa agua sale de los vasos sanguíneos porque va a presión y los vasos sanguíneos tienen diminutos espacios u “hoyitos”. Obviamente, esa agua no se puede quedar fuera de la sangre porque nos esponjaríamos, es algo que se conoce como edema. Junto a todos los vasos sanguíneos, existe otro sistema de tuberías llamado sistema linfático. El trabajo de esas tuberías es recolectar agua y llevarla de regreso a la sangre. Sin embargo, en esas tuberías se construye el club más VIP para linfocitos en forma de unas glándulas denominadas ganglios linfáticos. Aunque los linfocitos saben nadar, prefieren andar relajados en los ganglios linfáticos. Estos ganglios son todo un filtro, porque esa agua salida va acompañada de muchas cosas. En los ganglios, las células revisan y limpian el agua antes de devolverla. Cuando se encuentran algo, los linfocitos pueden decidir cómo actuar para pelear contra los invasores.
Si alguna vez te has enfermado de la garganta, tal vez hayas notado que te salen unas bolitas en el cuello. También es algo que los médicos habitualmente revisan. Esas bolitas no son tumores, son los ganglios linfáticos, que durante una infección crecen porque se llenan de linfocitos. Una vez que pasa la enfermedad vuelven a su tamaño original. Crecen porque los linfocitos, aunque se crean en la médula ósea, pueden crear clones de ellos mismos, en algo denominado reacción clonal. Los linfocitos hacen clones porque, como ya mencionamos, tienen memoria. Imagina que te ataca un rinovirus, el virus del resfriado común. El virus llega al sistema linfático y al ser identificado, llaman a las células expertas en él, las que ya han peleado contra él anteriormente. Esas células efectúan la reacción clonal y en un ratito producen miles de células iguales para darle su buena golpiza al virus. Si el virus es desconocido, se selecciona a dos linfocitos vírgenes y se les da la tarea de aprender sobre el nuevo microbio para después crear clones que peleen contra él. Al final de la batalla, la mayoría del ejército se suicida en un proceso llamado apoptosis y solamente quedan un par de linfocitos veteranos. Si vuelve a aparecer el mismo microbio, los linfocitos veteranos rehacen el ejército con clones.
Los médicos suelen checar los ganglios linfáticos del cuello por su fácil acceso. Cuando nos infectamos crecen, pero también un linfoma los puede hacer crecer.
El linfoma
Los linfomas salen de los linfocitos, que son células de la sangre, pero no se desarrolla en la médula ósea ni en la sangre, se desarrolla en un ganglio linfático. Este cáncer ocurre cuando mutan los linfocitos veteranos y empiezan a crear muchos linfocitos, aun sin un microbio dando guerra. Con el tiempo el ganglio crece, sin embargo, no regresa a su estado original, solamente se llena de linfocitos inútiles. Existen casi 100 tipos de linfomas diferentes, no obstante todos comparten el que unos linfocitos salidos de control crecen en un ganglio linfático. Este cáncer no se mueve, puede invadir, eso sí, pero no anda nadando por la sangre. Por ello, se le considera un tumor sólido y no líquido como la leucemia.
Al contrario de las leucemias, que se originan de mutaciones bastante puntuales, los linfomas son difíciles de saber su origen. Siguen siendo por una mutación, eso es verdad, pero qué la produce es más complejo de conocer. Algunas se suscitan por tóxicos de nuestro ambiente como ciertos pesticidas. Otros son la culminación de una infección. Por ejemplo, la enfermedad del beso, que más del 90% tiene, causa en ciertas personas linfomas. Las enfermedades autoinmunes facilitan la aparición de estos tipos de cáncer. La inmunodeficiencia, como aquella causada por el VIH, pero también una mala nutrición, evita que los linfocitos NK eliminen a células mutadas y facilita la aparición del linfoma y otros cánceres. Es complejo saber qué causa un linfoma.
Los linfomas se originan en alguno de los cientos de ganglios linfáticos del cuerpo, cuando los linfocitos mutan y comienzan a multiplicarse sin control. Aquí puedes ver un esquema de los ganglios linfáticos y una representación del inicio de un linfoma.
Las pequeñas diferencias
Tanto el linfoma como la leucemia se originan de células sanguíneas, pero la leucemia es un cáncer líquido, de la médula ósea, ocasionado por células madre mutadas y le suele dar a niños. Los linfomas son un cáncer sólido, de los ganglios linfáticos, ocasionado por linfocitos y le ocurre a adultos. Esas son las principales y más grandes diferencias entre leucemia y linfoma.
TrueOnco y Nanolab te recuerdan checarte y, si sientes una bolita, acudas al médico cuanto antes. La mayoría de las veces no es nada grave, recuerda que los ganglios crecen con infecciones. Para las leucemias siempre conviene checarse con una biometría hemática, ya que este estudio cuenta la cantidad de células de la sangre. No te preocupes si hay muchas de un tipo, puede pasar, en las infecciones se hacen más glóbulos blancos. Los diagnósticos genéticos en estos cánceres ayudan en el diagnóstico y selección del tratamiento; TrueOnco pone sus herramientas genéticas a tu disposición. Así mismo, contamos con un especialista en genética que puede apoyarte.
A nadie le gusta ser picado, pero los análisis de sangre ayudan a identificar muchas enfermedades como la leucemia.
Referencias
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