Estas personas son increíblemente vitales para los hospitales y clínicas. Se encargan del cuidado de los pacientes y son del personal de salud que más sabe. Hablamos de las enfermeras y enfermeros. Muchos las menosprecian injustamente, pero te aseguro, un hospital no funciona sin ellas. Aunque todos aplauden a los doctores, las enfermeras también merecen ser galardonadas, muchas veces son las que más cuidan al paciente. Varias personas creen que las enfermeras no saben mucho y sólo hacen trabajo manual, pero están muy equivocadas. Ellas les enseñan a los nuevos doctores muchas de las maniobras para atender a los pacientes. Si los doctores saben qué está pasando con sus pacientes, es porque las enfermeras llevan un control diligente, vamos, saben hasta cuántas gotas de pipí orinaste en las últimas horas, esto es verdad, no es chiste, es información importante para el personal de salud. Aunque no pueden recetar medicamentos, las enfermeras saben un montón sobre ellos, no sólo porque los estudiaron, sino porque ven durante años qué usa cada doctor en cada caso. Muchas veces ayudan a médicos estudiantes a recetar sus primeros fármacos, simplemente porque lo han visto mil veces y tienen el conocimiento. En las cirugías un buen cirujano es indispensable para que la cirugía salga bien, pero una enfermera es necesaria para evitar que te infecten, porque si alguien vigila que los médicos y estudiantes no contaminen tu cuerpo, son las enfermeras. Más de una enfermera ha regresado a estudiantes y hasta a médicos a lavarse bien las manos antes de tocar tu interior. Así que las enfermeras son vitales para la salud y todo un escudo de protección para que los doctores no fallen en sus tareas. En México, el 6 de enero celebramos a las enfermeras y su labor. Para festejar este día y a estas profesionales tan importantes, descubramos la historia de algunas enfermeras famosas que han cambiado la salud.
Florence Nightingale
“Cada enfermera debe de tener el cuidado de lavar sus manos frecuentemente durante el día. Si también lava su rostro, es mucho mejor.”
Tal vez es la enfermera más famosa de todas, su nombre aparece en la medalla Florence Nightingale, que es el reconocimiento internacional más importante en enfermería. Nightingale fue una enfermera del siglo XIX y la fundadora de la carrera de enfermería moderna, la cual se basa en conocimientos científicos y no sólo en ver y repetir. Esta enfermera peleó por el derecho de las mujeres a la educación y creó la primera escuela de enfermería en Londres. Nightingale no sólo instituyó una nueva carrera, sino que llena de valor, fue a la guerra en Crimea. Fue en esta guerra donde Nightingale empezó a introducir la buena higiene en los hospitales militares. ¿Recuerdas que te mencioné que las enfermeras siempre están velando por la buena higiene de manos en las cirugías?, pues eso viene de Nightingale. Ella descubrió que si se lavaban las manos y se usaba un uniforme limpio, los heridos de guerra tenían mayores probabilidades de sobrevivir. Antes de su llegada a los hospitales militares, los soldados y heridos tenían más posibilidad de morir en el hospital que en el campo de batalla, así de sucios estaban los hospitales. Nightingale no sólo fue excepcional en el campo de la salud, también era una mente maestra en las matemáticas e introdujo estadística en la disciplina médica. Sus reportes no sólo incluían matemáticas, en ellos Nightingale agregaba gráficas que ella realizaba para que la gente que no sabía leer o no fuera buena en matemáticas, pudiera comprender la información. Su uso de la estadística en el campo de la salud le dio el honor de ser la primera mujer en pertenecer a la Royal Statistics Society, círculo al que pertenecían los mejores estadistas. Nightingale es famosa por una buena razón, creó la enfermería moderna y cambió la forma en la que se atendían pacientes.
Sarah Emma Edmonds
“Soy naturalmente aficionada de la aventura, un poco ambiciosa y bastante romántica, pero el verdadero secreto de mi éxito es el patriotismo”
Todas las mujeres han tenido que pelear por sus derechos, más en los siglos pasados, donde las mujeres injusta y tontamente eran vistas como un cero a la izquierda. Si alguien sufrió por ser mujer fue Sarah Emma Edmonds. Su padre deseaba un hijo y la vida le dio una hija. Furioso, su progenitor la hizo pasar por niño toda su infancia. Se tenía que vestir como hombre, actuar como hombre y ser un hombre. Harta de su padre abusivo y no dispuesta a casarse por conveniencia, huyó de su casa, cruzó la frontera canadiense y llegó a Estados Unidos. Irónicamente, gracias a su padre, Edmonds sabía cómo comportarse y hacerse pasar por hombre y esto le ayudó a infiltrarse en el servicio militar, el cual en el siglo XIX no aceptaba mujeres. Disfrazada de hombre, Edmonds se volvió un enfermero militar bajo el nombre de Franklin Flint. En su tiempo en el ejército, esta enfermera no perdió tiempo, no sólo ayudó a pacientes, sino que aprendió sobre tácticas militares, geografía local, armas y militares de alto rango. Su conocimiento militar fue tan bueno y su valentía tan incomparable, que pronto se volvió una de las primeras mujeres espías, aunque el ejército no sabía que era mujer. Su habilidad con los disfraces y su soltura con la masculinidad, la hizo hacerse pasar por diferentes hombres e infiltrarse en filas enemigas durante la Guerra Civil Americana. Sin embargo, enfermó y asustada porque descubrieran que era una mujer, tuvo que dejar el ejército y su alter ego masculino fue tachado de desertor. Con su nombre masculino deshonrado, Edmonds regresó a la enfermería y escribió un libro llamado Nurse and Spy in the Union Army, donde relató su experiencia como soldado, enfermera y espía. Su historia termina un poco más feliz, Edmonds se casó y logró limpiar su nombre, hasta obtuvo honores militares.
Irena Sendler
“A mí me enseñaron que si ves a una persona ahogándose, debes saltar al agua para salvarla, sin importar si sabes nadar o no.”
Irena Sendler fue una trabajadora social y enfermera polaca. Muchos la llaman el Ángel del Gueto de Varsovia porque salvó miles de vidas durante la Segunda Guerra Mundial. Sendler no inició como una enfermera, ni siquiera inició en el campo de la salud. Ella comenzó en la profesión de las letras, al estudiar literatura. Contrario a muchos, ella no veía a los judíos como personas de menor valía y en varias ocasiones manifestó su inconformidad, a tal grado que la Universidad la castigó. No llegó a trabajar en las letras, Sendler terminó trabajando en servicios sociales. En 1939, Polonia fue invadida por Alemania, mientras Irena Sendler trabajaba en el Departamento de Salud Pública de Varsovia. En 1940 se formó el Gueto de Varsovia y se hacinaron en él 450 mil personas. A los miembros del Departamento de Salud, donde Irena trabajaba, se les empezó a permitir la entrada, no porque los alemanes quisieran tratar a los judíos, sino porque temían que la fiebre tifoidea saliera del gueto y los afectara. No obstante, el grupo de Sendler empezó a introducir medicamentos y materiales para tratar a los judíos, acción ilegal y penada con la muerte. A Sendler no le bastaba con dar tratamientos a los judíos, quería su libertad. Fue entonces cuando decidió hacer algo más arriesgado, sacar niños judíos del gueto y esconderlos. Sendler se las ingenió para sacar niños usando métodos poco ortodoxos. A algunos los sacó en ataúdes y les firmó un acta de defunción para hacerlos pasar por muertos y como un riesgo para la salud; a otros niños los metieron en sacos y los hicieron pasar por comida o materiales; su equipo también extrajo niños a través del sistema de alcantarillado; algunos pocos los logró sustraer en ambulancias, mintiendo a los alemanes al decirles que eran extremadamente contagiosos, y a otros grupos les enseñó a rezar y a hablar polaco y consiguió sacarlos por una iglesia, haciéndolos pasar por polacos católicos. En total liberó y escondió a 2500 niños del Gueto de Varsovia, pero fue un poco más lejos y guardó los papeles de los niños para después de la guerra devolverlos a sus respectivas familias. A esta enfermera la capturaron los alemanes, la torturaron y la condenaron a muerte por no decir dónde escondió a los niños. Sin embargo, su equipo consiguió liberarla y no huyó, se volvió enfermera durante el final de la guerra. Finalmente, con 98 años de edad fue nominada al premio Nobel de la paz.
Elvira Dávila Ortiz
“El día en que no se aprende algo nuevo, es un día que no vale la pena”
Nuestra última historia es sobre una enfermera latinoamericana. Elvira Dávila fue una enfermera colombiana que cambió la perspectiva de la donación y transfusión de sangre en América del Sur. Muchos doctores, científicos y personal de salud trabajaron para conseguir realizar transfusiones de sangre. La sangre es de los tejidos más fáciles de “trasplantar”, lo correcto es transfundir. Esto es gracias a que carecen de una proteína llamada CMH, la cual es utilizada por el sistema inmune para identificar lo propio de lo ajeno. Dado que el sistema inmune no detecta a la sangre, esta no es atacada. Lo único necesario es tipificar bien la sangre, ya sabes sangre tipo A, B, AB y O. Volviendo a Dávila, ella sorprendió, incluso antes de graduarse de enfermera. Dávila decidió que su tesis de grado la haría sobre transfusiones de sangre. Sus profesores, tutores y médicos le aconsejaron no hacerlo. Le dijeron que era darse contra el muro, un callejón sin salida porque en esos momentos (Primera Guerra Mundial), nadie había conseguido hacer que una transfusión funcionara bien. Ella por supuesto ignoró todo e hizo su tesis sobre transfusiones y logró lo que nadie más hasta entonces, las hizo funcionar. En hospitales, le dieron a bebés moribundos con anemia para que experimentara con ellos y ella consiguió lo imposible, los salvó con transfusiones. Pronto todos los servicios de cirugía la querían por su capacidad de hacer transfusiones exitosas. Su fama hizo que la Cruz Roja Colombiana le diera la ardua tarea de hacer el primer banco de sangre en el país. En tan sólo 3 meses, ella realizó la investigación y se le dio luz verde al proyecto, así se creó el primer banco de sangre en Colombia y Latinoamérica en 1944. El siguiente reto de Dávila fue convencer a la gente que donar sangre no los mataba, ya que muchos creían que era un procedimiento riesgoso. Sus logros le otorgaron una postulación para la medalla Florence Nightingale, de la cual ya hablamos.
Referencias
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