Nanolab se prepara para otra noche de brujas y te cuenta sobre vampiros, aunque, claro, desde un aspecto científico. Hace un año te contamos acerca de 20 enfermedades que pudieron inspirar las criaturas míticas que muchas veces están presentes en Halloween. Puedes aprender de ellas aquí. Pero, ¿sabías que existe una rara enfermedad genética que afecta a la sangre y pudo haber dado origen al mito de los vampiros? En esta ocasión, centrémonos en los vampiros y en esa extraña condición llamada porfiria.
Los vampiros y la porfiria
Cuenta el mito médico que la porfiria explica el origen de los vampiros. Esta enfermedad genética afecta la producción de una proteína de la sangre, llamada grupo hemo, esencial para el transporte de oxígeno. La formación del grupo hemo involucra procesos bioquímicos complejos y varias proteínas, cada una producida por su respectivo gen. Cuando alguno de estos genes muta, se desarrolla la porfiria, que puede clasificarse en hepática o eritropoyética, según el lugar donde ocurre la mutación, o en neurovisceral o cutánea, según los síntomas. Aprenderemos más de estas clasificaciones más adelante. Por ahora, exploremos el origen de este mito.
Se dice que la porfiria inspiró la leyenda de los vampiros debido a síntomas como sensibilidad a la luz, alteraciones dentales, palidez, piel delgada, o la necesidad de recibir transfusiones, o en tiempos antiguos, beber sangre. Suena como un vampiro, ¿verdad? Bueno, sí y no. La porfiria puede explicar la imagen moderna de los vampiros, lo que hoy la mayoría tiene, pero no encaja del todo con las criaturas folklóricas europeas.
El concepto de vampiros que tenemos actualmente es bastante moderno, antiguamente eran diferentes.
Los antiguos griegos ya tenían la noción de vampiros: criaturas nocturnas que atacaban a personas mientras dormían, chupando sus líquidos corporales. Durante la Edad Media surgió una versión más moderna de los vampiros, aunque aún distante a lo que conocemos hoy. Durante esa época, se popularizó la idea de muertos vivientes, cadáveres que regresaban a la vida. Se cree que el mito de los vampiros se originó debido al limitado conocimiento médico y sobre las enfermedades infecciosas. Por ejemplo, no se sabía diferenciar entre un coma, un desmayo o la muerte, por lo que cuando alguien considerado muerto despertaba, parecía un hecho sobrenatural. Las enfermedades infecciosas también ayudaron a formar este mito. Los europeos medievales pensaban que los vampiros atacaban primero a su familia y amigos, lo que puede hacer referencia a contagios. Un ejemplo particularmente “vampiresco” es la tuberculosis, que causa tos con sangre, pérdida de peso, palidez y malformaciones torácicas. La falta de comprensión sobre la descomposición también pudo alimentar la leyenda, ya que, al morir, los tejidos se retractan, especialmente la piel y las encías, creando la ilusión de que el pelo, las uñas y los dientes continuaban creciendo en un muerto.
En los siglos XIX y XX surgieron los vampiros modernos, como Drácula, que fueron popularizados en la literatura europea de ficción. Estos seres cobraron en géneros como la literatura femme fatale y novela negra. Sin embargo, ni siquiera Drácula cumple todas las características que hoy asociamos a un vampiro, ya que podía pasear durante el día sin problemas. Fue hasta 1922 que apareció el primer vampiro que no toleraba la luz solar: Nosferatu. Para el siglo XXI, los vampiros evolucionaron a una criatura humanizada. De este modo, la porfiria puede explicar ciertas características de los vampiros modernos, pero no del todo los antiguos. Ahora, descubramos qué es la porfiria y cómo afecta al cuerpo.
La porfiria ayuda a entender a los vampiros modernos. Incluso Drácula no posee todas las cualidades que consideramos típicas de un vampiro hoy en día, porque podía estar bajo la luz del sol. Nosferatu fue el primero que no pudo soportarla.
La porfiria y sus genes
La porfiria es una enfermedad genética que afecta la producción del grupo hemo, una proteína presente en los glóbulos rojos, que junto con la hemoglobina, sirve para transportar oxígeno. El grupo hemo contiene hierro, lo que le da su característico color rojo a la sangre. Su formación ocurre en el hígado y los eritrocitos mediante una serie de reacciones bioquímicas. En lugar de un solo gen, la producción del grupo hemo involucra 8 proteínas distintas, que transforman la glicina, un aminoácido, y el succinil-CoA, una molécula de la respiración celular, en un grupo hemo. Cada proceso bioquímico cambia un poco estas moléculas para ir formando el grupo hemo. Este proceso cuenta con ocho pasos bioquímicos, cada uno dependiente de una proteína y de su gen correspondiente.
Existen siete tipos de porfiria, que se clasifican según el lugar donde está la falla genética o según sus síntomas. En el ámbito clínico, la clasificación por síntomas es la más común. El primer grupo incluye las porfirias neuroviscerales, que son la porfiria de Doss (porfiria ALAD) y la porfiria aguda intermitente, causadas por las mutaciones en los genes ALA deshidratasa y PBG, respectivamente. Fuera del gen mutado, clínicamente son indistinguibles la una de la otra. Las porfirias neuroviscerales provocan episodios agudos, en los que las personas afectadas generalmente están sanas, pero ciertos desencadenantes precipitan un ataque. Estos episodios se caracterizan por dolor abdominal, confusión, náusea, vómito, visión borrosa, alteración de los sentidos, debilidad muscular y orina rosa o púrpura. Los ataques son emergencias médicas que requieren atención inmediata. Los factores desencadenantes incluyen el consumo de alcohol, ciertos medicamentos, cambios hormonales y nutrición baja en calorías.
El segundo grupo incluye las porfirias cutáneas: la porfiria cutánea tarda, causada por mutaciones del gen UROD; la porfiria eritropoyética congénita, causada por mutaciones del gen UROS; y la protoporfiria eritropoyética, derivada de la mutación del gen de la ferrocatelasa. Estas tres afecciones provocan daños en la piel cuando se expone a la luz. Las porfirinas son moléculas en camino a convertirse en un grupo hemo y son fotoreactivas. Al recibir luz, sus electrones se mueven, liberando altas cantidades de energía que dañan los tejidos, generando ampollas, quemaduras, erosiones, úlceras, alopecia (pérdida del vello o pelo) y cicatrices. De las tres porfirias cutáneas, la más grave es la porfiria eritropoyética congénita, que también causa malformaciones dentales, dientes de coloración rojiza y pérdida de las pestañas y uñas.
La porfiria cutánea y mixta causa graves daños a la piel ante la presencia de la luz.
Finalmente, están las porfirias mixtas, que incluyen la coproporfiria hereditaria, originada por mutaciones en el gen CPOX, y la porfiria variegata, causada por alteraciones en el gen PPOX. Estas formas mixtas de la enfermedad presentan tanto síntomas neuroviscerales como cutáneos. Aunque pueden afectar la piel, las lesiones cutáneas suelen ser más leves en comparación con las porfirias estrictamente cutáneas.
Diagnóstico genético para las porfirias
Aunque todas las porfirias tienen un origen genético, el diagnóstico no se realiza mediante análisis genéticos, sino a través de estudios bioquímicos que miden los metabolitos. Cada vez que una molécula atraviesa un proceso bioquímico, se forma un metabolito. Un estudio bioquímico determina la cantidad de cada uno de estos metabolitos. En el caso de las porfirias, para formar un grupo hemo se requieren de 8 pasos bioquímicos. Cuando se detecta un metabolito más alto de lo normal, indica que la proteína encargada de llevar dicho metabolito al siguiente paso no está funcionando correctamente, lo que permite diagnosticar el subtipo de porfiria.
Los procesos bioquímicos van por pasos. Cada etapa genera un metabolito. Con base a los metabolitos se puede indagar qué proteína del ciclo no funciona correctamente. Esta imagen muestra el ciclo de las ranas, puedes imaginar así un proceso bioquímico. Si solo hay renacuajos, sabes que la proteína que pasa el metabolito (renacuajo) al siguiente paso no funciona.
El papel de las pruebas genéticas es detectar el tipo de mutación en el gen afectado. Cada gen puede presentar diversas mutaciones; por ejemplo, el gen ALAD puede tener hasta 400 mutaciones diferentes. Actualmente, se están creando bases de datos bioinformáticas para detallar cada tipo de mutación y su impacto en el paciente. Además, el genetista clínico puede informar al paciente y llevar a cabo la investigación familiar. Las porfirias son hereditarias y se transmiten, en su mayoría, de manera autosómica dominante, lo que significa que las probabilidades de que un hijo u otro miembro de la familia desarrolle la enfermedad pueden ser altas. Insight, la línea de enfermedades raras de Nanolab, realiza la secuenciación del exoma para identificar los genes mutados y sus respectivas mutaciones, lo que permite informar a los pacientes sobre lo que se conoce hasta el momento acerca de esta enfermedad.
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