Es triste de aceptar, pero las mujeres hemos tenido menos oportunidades en la ciencia. Si leemos sobre la historia de la ciencia, veremos que la mayoría de los descubrimientos fueron hechos por hombres, y cómo no, si a la mujer no se le dejaba practicar y estudiar; es difícil que tengamos la misma cantidad de descubrimientos que el sexo opuesto. Sin embargo, hubo grandes científicas, que contra todo pronóstico y contra la sociedad de sus tiempos, hicieron maravillas y cambiaron al mundo. El 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia y qué mejor forma de celebrarlo que aprendiendo sobre las científicas que han pavimentado y cimentado a la mujer en las carreras científicas. No sólo se les debe agradecer sus descubrimientos, que cambiaron y ayudaron al mundo, sino también por demostrar que nosotras podemos estar en la ciencia y lograr avances espectaculares. Veamos pequeñas historias y descubrimientos realizados por mujeres extraordinarias.
María la Profetisa
“Une al hombre y a la mujer y encontrarás lo que buscas”.
María la Profetisa
Si nos remontamos al antiguo Imperio romano, encontraremos a nuestra primera científica de hoy, llamada María la Judía, o también la puedes encontrar como María la Profetisa. Ella es considerada como la madre de la alquimia occidental. La alquimia es la química arcaica, cuya función y preocupación era la transformación de la materia. La alquimia estaba especialmente interesada en convertir otros metales en oro. ¡Parece tonto, pero es posible! Cada elemento está determinado por su número de protones. Por ejemplo, un protón es lo mismo que hidrógeno y 79 protones conforman oro. Si lograras agregar 78 protones al hidrógeno obtendrías oro y eso es posible con una cantidad absurda de energía. Esto es teorético, pero con suficiente energía, posible. Aunque no creas que es algo que por el momento podamos hacer.
Volviendo a María la Profetisa, ella fue de las primeras alquimistas. Aunque se le da ese título, ella no parecía tan interesada en volver otros metales en oro o encontrar el elixir de la vida eterna, sino que estaba fascinada con los cambios químicos y cómo lograrlos. Esta mujer inventó varios aparatos, y algunos los seguimos usando siglos después. Su primer invento fue el tribikos, objeto que hoy seguimos usando, sólo que bajo el nombre de alambique. Este artilugio sirve para destilar por medio de evaporación y condensación. Se usan para producir alcoholes y perfumes. En los laboratorios son de cristal, pero María la Judía usaba bronce o cobre, cuyo uso es para alcoholes. Otro de sus inventos, y que si tomaste una clase de química o si te gusta cocinar seguro has utilizado, es el baño María. Esta técnica se usa para calentar sustancias lenta y uniformemente usando un recipiente metido en otro más grande, el cual está lleno de agua caliente. Bastante asombrosa esta científica, seguimos usando sus descubrimientos hoy en los tiempos modernos. Tal vez haya descubierto más, pero no lo sabemos, porque de lo que conocemos de ella ni siquiera es por escritos propios, sino por Zósimo de Panópolis, otro alquimista que al menos la conmemoró en su libro de alquimia siglos después y no se adjudicó sus inventos. Es más, Zósimo la llamó, una sabia.
Altamente utilizado en cocina, el baño María aún lleva el nombre de esta científica.
Dobrodeia de Kiev
“No nació en Atenas, pero ha aprendido todo el conocimiento de los griegos”.
Colegas de Dobrodeia
Nada dura para siempre. Con la caída del Imperio Romano de Occidente comenzó una nueva era, la época medieval, es aquí donde encontramos a nuestra siguiente científica. Hija del príncipe y princesa de Kiev, Dobrodeia nació con el título de princesa y pronto se volvió emperatriz. Esta princesa se casó con Alexios, el emperador del Imperio Bizantino. Dirás, una princesa no suena a científica, pero se puede ser ambas. Gracias a su matrimonio, conoció a Ana Comneno, la tía del emperador. Comneno estaba fascinada con la educación y se llegó a decir que dominaba todas las ramas de la ciencia. Comneno no dejó que Dobrodeia fuese sólo una cara bonita con un título nobiliario. En su lugar, le dijo que se educara, que siguiera y adoptara una ciencia como propia. Dobrodeia acabó eligiendo medicina, la cual estudió con fascinación y dedicación. Esta científica estudió la medicina griega y a Galeno, las dos ramas de la medicina más importantes del momento. No se quedó sólo con el estudio, ella dedujo que trabajos tan importantes eran necesarios para el pueblo nórdico y tradujo los aportes médicos de Galeno.
Lo que a la princesa Dobrodeia de Kiev más le encantaba e interesaba de la medicina era la capacidad de curar a través de ungüentos. Fue una princesa que no temía ensuciarse y a diferencia de muchas, le interesaba experimentar. Dobrodeia llegó a desarrollar varios ungüentos curativos y experimentó su eficacia curativa. Todo esto la llevó a publicar su tratado titulado Alimma, que en griego quiere decir ungüentos. Publicar un libro en la Edad Media ya era un logro, hacerlo siendo mujer era una victoria todavía más grande, pero su mayor virtud y por lo que hoy es recordada es porque fue la primera mujer en escribir y publicar un tratado médico. Hoy conservamos todavía sus escritos, se encuentran resguardados en la biblioteca médica de Florencia, en Italia.
Esta princesa científica creó varios ungüentos medicinales.
Marie Meurdrac
“La mente no tiene sexo”.
Marie Meurdrac
Tal vez fue casualidad, a lo mejor destino o si crees en la reencarnación, podría ser una posibilidad, la verdad, no importa. Nuestra siguiente científica es otra María, que trabajó con la misma ciencia que la Profetisa y cuyo libro es el segundo tratado en alquimia escrito por una mujer, posterior a María la Judía. Esta vez hablamos de Marie Meurdrac. Meurdrac fue una científica del siglo XVII y a diferencia de muchas científicas de esa época, no era parte de la nobleza, pero tampoco era de la clase baja. La podrías poner en la clase media. Sin profesores, ni trato especial, ni círculos intelectuales y sólo armada con el poder de la lectura, Marie Meurdrac se hizo autodidacta de la alquimia, así como de la nueva ciencia que empezaba a estar en auge, la química. Leyó los tratados, los libros y se informó por su cuenta hasta llegar a ser bastante hábil con la química. Interesada no sólo en lo teórico, ella misma construyó un laboratorio de química clandestino, pero funcional, donde pudiera experimentar. Lo que más le interesaba era cómo la química podía ayudar a la mujer en su salud y belleza. Puedes pensar que la cosmetología carece de ciencia, pero te equivocas, tiene bastante. Después de todo, no nos ponemos algo en la cara si no sabemos que es segura y no nos va a lastimar, o ¿no?
Meurdrac estaba muy interesada en ello y empezó a formar sus propias recetas para conseguir cosméticos. Además, no se interesó sólo por la cosmética, sino que la medicina le llamó la atención. Para ella parte de la belleza estaba en estar sano y no se equivocaba. Todo lo que aprendió a hacer y sus recetas las juntó en un compendio. En el renacimiento la mujer, aunque más libre, aún no tenía su lugar en la ciencia. Es más, esta científica no quería publicar su libro por miedo a lo que la sociedad pudiera decir de ella. Temía no tener un lugar en la ciencia. Sin embargo, se armó de valor y publicó su escrito titulado “Química fácil para mujeres”. Se puede decir que esta científica era valiente y bastante inteligente, en primer lugar publicó su libro, pero lo que más sorprende es que se trató de un libro educativo para las mujeres comunes y corrientes, no para eruditas, sino cualquier mujer. Así es, esta científica fue de las primeras mujeres en publicar un libro de química y tal vez, la primera en hacer un libro educativo para que otras mujeres pudieran hacer ciencia. Sus logros no terminan ahí, su libro además fue avalado por la facultad de medicina de París como un compendio de medicina funcional de bajo costo, que los pobres podían utilizar para tratar y mejorar su salud. Su última gran virtud fue que invitó a las mujeres que quisieran aprender y experimentar a su laboratorio, para que desarrollaran habilidades con la química, así que también fue de las primeras profesoras en la materia.
El libro de química creado por Marie Meurdrac. Un libro escrito por una mujer para mujeres.
Jeanne Villepreux-Power y Anna Thynne
“Me ha resultado mejor verificar los hechos, porque no he estudiado por medio de la imaginación, sino por observaciones experimentales”.
Jeanne Villepreux-Power
“Disfruto del estudio de la geología y tuve un gran interés en observar a especies tan unidas a ella”.
Anna Thynne
El océano ha fascinado a más de una y nos sigue sorprendiendo hoy en día. Si existe un lugar bonito para pasear son los acuarios, son maravillosos, una forma de ver y aprender sobre el mar y sentirse en otro mundo. Los acuarios, que permiten que animales de otro mundo naden cerca de nosotras, se los tenemos que agradecer a dos mujeres del siglo XIX.
Jeanne Villepreux-Power fue la inventora del acuario. Esta científica tiene orígenes bastante humildes, hija de un zapatero, fue autodidacta en biología. Cuando se casó y se fue a vivir a Sicilia, una isla en Italia, Jeanne se enamoró de la ecología, es más, publicó un tratado sobre la ecología de Sicilia. No obstante, lo que más fascinó al mundo fue su invento. Jeanne Villepreux amaba la ecología, pero el ser que más la cautivó fue el nautilus, un molusco bastante inusual y sorprendente. Es más, es de los pocos animales que se consideran una joya. Su caparazón ha aparecido en arte, libros, escultura, grabados y hasta se ha usado como adorno. Volviendo a esta científica, ella quería estudiar a los nautilus de cerca, por lo que creó el primer acuario para poderlos estudiar y observar. Fue la primera en descubrir que el caparazón del nautilus era creado por el propio animal y no era un fósil que encontraba para usar, como lo hacen algunos cangrejos que utilizan caracoles.
Ahora bien, ¿dónde entra Anna Thynne en esta historia? A diferencia de Jeanne Villepreux-Power, Thynne era una noble interesada en la mineralogía. ¿Qué tienen que ver los minerales con los acuarios? Resulta que en uno de sus viajes, Anna Thynne, encontró una madrépora (una especie de coral) y quedó muy impresionada. ¿Cómo podía una roca estar viva? Esa era su pregunta. Los corales sin duda parecen rocas, en realidad, en gran parte son inorgánicos como una piedra. Los pólipos son el animal que forma a los corales. Sí, los corales son animales, no son piedras ni plantas. Los pólipos hacen estas estructuras al secretar carbonato de calcio. Encantada con este animal e interesada en descubrir a esta roca viviente, Thynne se llevó unos especímenes a su hogar. El único problema era que vivían en agua salada. Así que se las ingenió para hacer un acuario para animales de agua salada. Con el tiempo amplió su colección hasta lograr un acuario equilibrado, un verdadero ecosistema. Thynne es la inventora del acuario de agua salada. Sus descubrimientos con relación al ecosistema marino los publicaría más tarde y todavía los puedes leer en la penúltima referencia de este escrito.
Los acuarios, donde hoy simulamos ecosistemas marinos, son obra de dos mujeres.
Referencias
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